Joaquín Abad | Lunes 25 de mayo de 2015
El batacazo, la hostia, ha sido mayúscula aunque anunciada desde hacía meses. Todos, excepto el tándem PP-PSOE lo tenían claro. Cien mil concejales marcharán a sus antiguos empleos, cuando no al paro, dejando su sillón, su coche oficial, su secretaria, su despachito, su sueldo, al joven de Podemos, al joven de Ciudadanos, que les ha arrebatado lo que era suyo. Pero antes de que tomen posesión, habrá que destruir documentos comprometidos.
Por eso dicen que se han agotado las trituradoras de documentos de tanto y tanto pedido en toda España. Los fabricantes, que no lo calcularon, se rasgan las vestiduras, porque son casi nueve mil ayuntamientos y varias comunidades autónomas las que necesitan, urgentemente, ese artilugio que les garantiza inmunidad en todos estos años de abusos y gastos injustificados.
En Génova, que ya tienen experiencia hasta en borrar discos duros como en los portátiles de Bárcenas, las caras están como de cartón piedra, para no molestar a un Rajoy al que consideran culpable de la hecatombe por su carácter indeciso y no haber cumplido con lo prometido cuando arrasaron hace cuatro años. Ya no tiene remedio y el panorama para las Generales, cuando el inquilino de La Moncloa tenga a bien adelantarlas para frenar la sangría que se avecina, es desolador para otros cientos de miles de altos cargos que perderán sus prebendas.
Las encuestas, el CIS, parece que no fue fino en sus últimos sondeos. Vaticinaba una caída de Podemos y ascenso imparable para Ciudadanos. No ha sido así, como se ha comprobado, y cientos y cientos de municipios estarán a lo que decidan los chicos de Pablo Iglesias, como en Barcelona, donde una antisistema puede llegar a arrebatar la alcaldía a CiU.
Y en Madrid, la lideresa, la condesa, Esperanza Aguirre no ha ganado. Se acaban los 24 años de poder de la derecha en la capital del reino. Ojo, porque a lo mejor Manuela Carmena y los de la coleta empiezan a levantar las alfombras y lo que no ha borrado la trituradora aparece en los diarios digitales, para vergüenza de Botella y Gallardón, este último en su despacho vitalicio, con coche oficial y chofer vitalicio, con secretaria y sueldo vitalicio por haber sido presidente de la comunidad. Unos al paro y otros a vivir, para siempre, sin trabajar, sin dar palo al agua, de la teta de lo que pagan con sus impuestos todos los españoles que trabajan.