OPINIÓN

Mala sombra

03/01/2003

Joaquín Abad | Martes 10 de junio de 2014
Desde hace meses se vienen repitiendo, machaconamente, los comentarios sobre el mal carácter que últimamente parece alumbrar nuestro presidente José María Aznar.

Parece que ahora, con el PP patas arriba, gobernando de forma errática gracias a la incorporación de zaplanas, gallardones y demás especies de currículum derrochador, los mismos comentaristas que antes utilizaban el botafumeiro cada vez que hablaban del inquilino de la Moncloa -que no de El Escorial, oiga-, parecen descubrir ahora la mala sombra del sucesor de Fraga. Sí, otro mala sombra de reconocido mérito tanto en cacerías organizadas por El Corte Inglés, como en las que se realizaban para acompañar a Franco.

Porque recuerdo las malas pulgas que no lograba disimular hace más de ocho años el mismo José María, cuando recién elegido presidente del PP saltó aquel escándalo del caso Naseiro. Un desconocido juez de Valencia tiró de la punta de la manta de un supuesto caso de corrupción en las filas del PP, mezclado con dosis de homosexualidad, drogas y otras lindezas. Aquello le pilló a Aznar a contrapié y como bienvenida no estuvo nada mal ver la casta del galgo. Resultó que había que enterrar, como fuera, el caso Naseiro y el encargado fue el joven Alberto Ruiz Gallardón. El brillante abogado, hijo de otro notable, claro, vino a decir que no había pruebas, que el juez de Valencia se había extralimitado en sus calificaciones y que nada de nada… Aquel “chapapote” quedó en nada -Gallardón fue premiado con la presidencia de la Comunidad Autónoma Madrileña-, pero mientras duró sirvió para verle la verdadera cara a José María. Sobre todo cuando algún periodista se refería al caso Naseiro en sus ruedas de prensa…
Ahora parece que todos los comentaristas se han puesto de acuerdo en convencernos de que el actual inquilino de La Moncloa está acabado. Que su mal humor procede de su incapacidad para arreglar los problemas de esta España cuando dejamos de vivir del rebufo económico europeo. Que se ha entregado al polanquismo después de haber conspirado durante años para acabar con su imperio mediático…
El inquilino de la Moncloa siempre fue un mala sombra. No se le ha puesto cara de póker después del despropósito del Prestige. No.

Y lo malo son la reala de imitadores que siempre acompañan al jefe. Son los paniaguados de siempre. Los que se desternillan con los sosos chistes del esposo de Ana Botella -ésta sí que manda-. Los que le dicen que lo está haciendo muy bien y que la boda de su hija no se merecía menos que El Escorial dada la calidad de los invitados. Los que aconsejan que pacte con los lobos si hace falta para no perder votos. Los que le aconsejan no mojarse en el chapapote gallego, que eso es cosa de sirvientes, claro. Los que aconsejan que Jaime Mayor Oreja no se desgaste en otra refriega y mejor que aprueben el presupuesto en lugar de provocar una crisis en el país vasco con peligro de adelanto electoral de las autonómicas…
Aunque quien sabe que es mejor para esta España cañi: Un trilero andaluz, de origen cántabro, o este castellano pequeñín con cara de inspector de hacienda…
Vaya usted a saber.