31/01/2003
Joaquín Abad | Martes 10 de junio de 2014
Entiendo a Juan Pablo II. Entiendo que su mensaje sea puro y sincero. Pide a los periodistas que se resistan a las presiones y digan la verdad.
En su mensaje a cuenta de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que se celebrará este verano, dio un verdadero rapapolvos a las empresas editoras y de comunicación, que generan informaciones convenientes según sus intereses.
Este Juan Pablo II, con todos los respetos, siempre ha caminado distante en algunos extremos de la propia Iglesia que preside. Esa Iglesia que tienen miles de medios de comunicación y que no son precisamente altares a la libertad de expresión. Esa misma Iglesia que en el País Vasco está con Arzallus, en Cataluña con Pujol y en la España del franquismo paseaba a su caudillo bajo palio.
Lo que ocurre es que llevamos dos generaciones donde los tradicionales valores, honor, lealtad, dignidad, se han ido degenerando paulatinamente. Antes, se respetaba a los hombres de palabra, que trataban de vivir honradamente y no abusaban del prójimo. La cultura, el aprender de los mayores y el respeto a las normas era una meta. Al que estafaba, engañaba, robaba, mataba, se le hacía un vacío social y sólo era aceptado por su familia íntima, acaso.
La cultura del pelotazo, esa que Solchaga defendía en el Parlamento tan alegremente en los años ochenta, se ha institucionalizado. Ahora no se admira a un personaje por su caballerosidad, su honor, su palabra… se le considera según lo abultado de su cuenta bancaria, aunque para lograrlo haya tenido que pisotear a trabajadores, estafar a compradores, engañar al fisco… Se ha hecho rico y eso es lo que le vale a la sociedad actual…
No sé, nunca lo sabré, quienes son los culpables de la degeneración de los medios de comunicación. Sí, ésos a los que se refiere Juan Pablo II, pero su Iglesia tenía en España emisoras, agencias de comunicación y periódicos bien posicionados, y prefirió hacer negocio y vender a un grupo empresarial vasco en lugar de seguir haciendo opinión. Va a ser muy difícil cumplir con la sugerencia de El Papa Wojtyla. Sobre todo porque los medios de comunicación se han convertido en un suculento negocio y sus propietarios sólo buscan negocios colaterales y no permitirán a sus asalariados, los periodistas, que se resistan a las manipulaciones impuestas desde la presidencia.
Necesitamos una regeneración de los llamados valores tradicionales. Necesitamos que a nuestros hijos se les enseñe en las escuelas, desde pequeños, a respetar a los demás, a no valorar al amigo según el dinero que posea… Necesitamos una televisión con programas de nivel, y no la telebasura con que nos han bombardeado desde que ese soporte de comunicación sólo sirve a intereses económicos de dueños sin escrúpulos…
La Iglesia de Juan Pablo II todavía tiene medios de comunicación. A ver si aceptan el reto y dan ejemplo.