OPINIÓN

Paros

14/03/2003

Joaquín Abad | Martes 10 de junio de 2014
Llevamos unos mesecitos que vaya por Dios. Cuando no es una manifestación encabezada por los de siempre, con Zapatero a la cabeza, en una sesión en el viejo palacio de la Carrera de San Jerónimo, donde ponen a Ana Palacio, nuestra incansable ministra de exteriores, y al propio José María Aznar, nuestro Presidente en la recta final, a caer de un burro.

Se le pide que rectifique y diga no a Busch. Que escuche a la calle donde millares de ciudadanos, jaleados por los de siempre, salen y se manifiestan a favor de la paz. No imagino a ningún líder pidiendo que se manifieste nadie en pro de una guerra. Por muy dictador y criminal que sea el contrario.

Y si nuestro Aznar secunda a su colega francés y le da hace un corte de mangas a Busch, que de todas maneras invadirá Irak y derrocará al tirano, no crean que le aplaudan en el Congreso. Los mismos que ahora le dicen que rectifique, que diga no a la guerra, le exigirán la dimisión y elecciones anticipadas por haberse equivocado.

Porque de lo que se trata, como en los años setenta entonces con Felipe González, es de acabar con la racha de poder del PP. Estos del PSOE llevan casi ocho años sin pisar las moquetas de La Moncloa y echan de menos el BOE. Echan de menos los coches oficiales. Echan de menos disponer del erario público y repartir canonjías a quien se lo merece. Echan de menos los langostinos pagados con nuestros impuestos, claro.

Pero lo que ocurre es que Rodríguez Zapatero se parece poco al trilero andaluz de Felipe González. Ocurre que en los setenta, en los ochenta, el propio monarca, Juan Carlos, ayudó lo que pudo a su simpático amigo y por eso Adolfo Suárez dijo aquello de que “me quieren borbonear”. Vamos que estaba encantado con la salida del mullidor de la transición y necesitaba, el Rey, claro, una pasada por la izquierda para que se consolidara la monarquía en España, ya que aquello era un invento de Franco y el test no estaba del todo claro.

El problema ahora de don Juan Carlos es la sucesión. No tiene nada claro la aceptación popular de su Felipe, y por mucho que el servicio secreto español le haga montajes para que aparezca siempre con modelos top 10, como si de un verdadero borbón se tratara, el invento no parece resultar. Y si en los setenta la monarquía necesitaba el referéndum de un gobierno de izquierdas, ahora, es toda una incógnita, donde la revista Fobes no para de jalear, en inglés, claro, sobre la fortuna, fuera de España, claro, del inquilino de la Zarzuela. Porque quienes han leído la información tienen sus dudas, y por muchos números que se haga no salen las cuentas… ¿Entienden? Habría que releer los párrafos al respecto del libro de Jesús Cacho, El Dinero del Poder.

Pero como ésta va de guerra, o de paz, sólo mi pensamiento sobre la inutilidad de parar un cuarto de hora la actividad laboral a favor de esa paz que todos desean. Porque últimamente creo que nos estamos saciando, empachando de tanta expresión inútil. Porque cuando no cortan el Paseo de Recoletos para llegar con pancartas y disfraces a la Puerta del Sol nos paran el Metro quince minutos, salen los funcionarios a la calle y todos tan contentos.

A lo mejor es que piden Paz para el País Vasco, para que dejen de matar esos bárbaros, esos pistoleros protegidos del jesuita Javier Arzallus, del ciclista Ibarreche, del extraterrestre donostiarra y alcalde de Bilbao por la gracia de Zapatero, Odón Elorza…