OPINIÓN

Catalunya

12/12/2003

Joaquín Abad | Martes 10 de junio de 2014
Verán como Pascual Maragall, no se aproximará a Ibarreche, en lo de pedir la independencia de Cataluña respecto al estado español.

Los vascos, que vienen sufriendo desde hace años la paulatina retirada de empresarios y sus empresas a otros territorios menos “agresivos”, parece importarles bien poco que su economía caiga aún más con el plan separatista. Algunos dirigentes, que no la población, argumentan que si tienen que volver al monte, pues volverán a cuidar ovejas, pero que prefieren un país empobrecido a un país vasco sometido a los criterios de Madrid. Claro, eso lo dicen los del coche oficial y escolta, que no los padres que tienen que llevar a sus hijos al colegio donde saben que se enseña una geografía que no es la real, se enseña una historia falsa, y a fuerza de tantos años, salen jóvenes dispuestos a jugársela en la calle quemando cajeros automáticos y levantando barricadas. Miembros de la Kale Borroka y, claro, a un paso de la Eta.

Pues no. Los catalanes, a pesar de la música de Carod-Rovira y su partido republicano, (Joan Saura no pinta nada) no están dispuestos a perder poder adquisitivo. Ni a que sus empresarios tomen las de Villadiego y se trasladen a la Comunidad de Madrid, que se ha convertido en el principal motor económico español. Al final, cuando a un catalán le tocas la cartera, se planta. Hasta ahí podríamos llegar.

Durante la era Pujol les fue bien bailando siempre con el gobierno central, ucedé, pesoe, pepé, qué más da si conseguían transferencias y privilegios cada vez que debían apoyar la gobernabilidad de la nación. Ahora dicen que con Maragall las cosas van a cambiar. Dicen, que no creo, porque cuando los observatorios económicos detecten la más mínima desviación, el tripartito en pleno frenará sus vocaciones, sus veleidades independentistas y se pondrán a bailar con la más guapa.

Ya lo verán. Cataluña, o Catalunya, seguirá siendo española. Tirarán del elástico, quizá un poco más que don Jordi, pero no romperán su cordón umbilical porque eso no interesa a nadie. Y menos a los propios catalanes, que en el fondo lo único que les molesta es que su dinero salga a Extremadura, a Andalucía, en lugar de gastarlo en mejorar las autovías, por ejemplo.