09/01/2004
Joaquín Abad | Martes 10 de junio de 2014
La derecha siempre ha presumido de sus calaveras. No en cuanto a cadáveres, sino en cuanto a machos ibéricos a los que les gustaban más unas faldas que a un tonto un lápiz.
Lo que ocurre, es que si además de calavera es ambicioso, y sin escrúpulos, pues nos topamos con el fenómeno del gordito de la Puerta del Sol, don Alberto Ruiz Gallardón. Todavía andamos en la duda de si jugaba al Tetris con su PDA mientras el impresentable de Simancas escenificaba aquel intento de investidura donde pedía los votos del pepé para sustituir a los que le habían dado la espalda en su partido. Porque ahora vienen a decirnos que las escapadas en moto del gordito de la Puerta del Sol, con casco de pantalla negra para que no se le reconozca, son para darse una vuelta por las diferentes obras de su Madrid querido y sorprender a quines creen que el alcalde no les vigila. Vamos, que esas "reales" escapadas no son para visitar casas de citas, como osaba publicar la desaparecida revista “Dígame”, editada por un conocido abogado de dudosa reputación.
Porque de las aficiones del otro calavera, de Álvarez Cascos, ya tenemos repetidas las historias. Después de que su partido moviera Roma con Santiago para que la "atómica", ingeniero industrial de Iberdrola en Burgos, fuera colocada en Madrid, en el Centro de Energía Nuclear, va y se enamora de la joven azafata cordobesa, que deja plantado al novio para casarse por el procedimiento de urgencia con el general secretario del pepé, y futuro ministro. Ahora ya anda preparando su segundo divorcio y tercera boda con María de la Hoz, ex del que fuera consejero de Turismo de Leguina, mientras algunos meapilas de su partido se echan las manos a la cabeza ante tanta provocación… Como si los demás, meapilas incluidos, no tuvieran, todos, sus historias secretas.
Y para no hacerme cansino, lectores, otro día les hablaré del tercer calavera, del ex alcalde de Benidorm, ex presidente de la Comunidad Autónoma Valenciana, ministro portavoz… Vamos, del cartagenero Eduardo Zaplana. Porque a lo mejor, quien da el campanazo después de las elecciones, claro, es el otro cartagenero, ministro del Defensa, Federico Trillo Figueroa, supernumerario del Opus Dei, claro.