12/10/2011
Joaquín Abad | Martes 10 de junio de 2014
Desde hace doce años se viene hablando de que el papel desaparecería y leeríamos prensa y libros en dispositivos digitales móviles conectados a internet.
A comienzos de siglo, esta profecía era algo increíble. No existía wifi, ni 3G, ni portátiles cómodos de utilizar fuera de la oficina. La publicidad ya estaba dudando en donde invertir sus cada vez más reducidas campañas y la televisión se llevaba la mayor parte de la tarta.
Estamos ya a las puertas del dos mil doce, con una crisis económica que se está llevando por delante a cientos de medios escritos en este país desde hace pocos años. A la crisis general bancaria se une, en este sector, la conversión tecnológica a nuevos dispositivos de lectura. Son mayoría los que ya no se informan de las noticias en los periódicos, sino en las redes sociales, manipulables como se ha demostrado una y otra vez y, precisamente por esa facilidad de manipular las opiniones con los llamados “community manager” dejarán de ser interesantes en pocos años. Las redes sociales, ahora en el pico de la montaña especulativa, irán descendiendo hasta volver a sus orígenes. Redes de amigos y poco más. Invertir ahora en estar representados y presentes en redes sociales es gastar un esfuerzo económico que debería destinarse a estar presente en los nuevos dispositivos.
Amazón y el iPod de Apple nos han abierto la autopista por donde circularán en el futuro todos los medios ahora impresos. Amazón se adelantó con tabletas de tinta electrónica, pero fue Apple quien lanzó la tableta a todo color, más amable y atractiva, cuyo soporte ya han imitado todos los fabricantes porque intuyen, tienen claro, que el futuro es estar conectado a la red en movilidad.
La ventaja de estar en las tabletas, simultáneamente a la versión impresa, tiene muchas ventajas. Se reducen gastos de impresión, distribución y se convierte, de la noche a la mañana, en publicación universal. Se puede adquirir el ejemplar desde cualquier parte del mundo, y por cada compra el editor recibe su parte su cuenta corriente. Ya no hay que discutir con la distribuidora sobre los sobrantes. En la era digital no hay engaños. El dinero deja rastro y podemos estar seguros de que si se han descargado tantos ejemplares digitales, hemos cobrado lo correspondiente a esas ventas de forma instantánea.
El error que algunos editores están cometiendo es que repiten el modelo de exposición de sus publicaciones en los llamados kioscos virtuales, donde viene a ocurrir lo que sufríamos en los viejos kioscos, que había tantas y tantas publicaciones que no encontrábamos la nuestra. Y cuando le preguntábamos al kiosquero nos decía que ellos exponían preferentemente El Pais, El Mundo, Abc, y lo demás le importaba menos.
Es lo que está ocurriendo a día de hoy. Muchos editores no se atreven a tener su propio punto de venta en la AppStore y recurren al kiosco de El Mundo, al kiosco de El País y Abc donde se esconden y creen que con eso van a sobrevivir en la era del Tablet. Ser editor es ser empresario. Y lo mismo que en un momento dado hubo que arriesgarse e invertir en ordenadores que sustituían la pre-impresión ahora deberán invertir en tecnología que les permita brillar con luz propia en la tienda virtual universal y no limitarse en que los grandes le hagan el favor de hacerle un hueco en sus kioscos compartidos.