12/04/2012
Joaquín Abad | Martes 10 de junio de 2014
Fue precisamente un ministro socialista, en la etapa de Felipe González, Carlos Solchaga quien afirmaba sin rubor que estábamos en la España del pelotazo.
En lugar de alabar a los empresarios, a los emprendedores, va y se vanagloria de quienes se hacen ricos especulando.
Y las burbujas, después, estallaron y como siempre, los especuladores salieron beneficiados mientras los particulares perdían sus ahorros. Primero con la burbuja tecnológica y más tarde con la inmobiliaria.
Durante esos años los ingenuos españoles que partían de la premisa de que el ladrillo nunca se devalúa, se echaron al monte solicitando hipotecas para la compra de pisos, no para habitarlos, no para vivir en ellos, sino para especular. Cuando la vivienda se convirtió en inversión y muchos españoles, aprendices de especuladores, se encontraron con que lo comprometido no valía lo que habían comprado pues empezaron las lamentaciones.
España perdió el tren de la industrialización y se echó en manos de lo barato. Son muchos los empresarios españoles que han cerrado sus fábricas en España y han caído en manos de los chinos que les ponía a mitad de precio la mercancía que ellos antes, y durante generaciones, producían dando trabajo a miles, millones de trabajadores.
De industriales pasaron a vendedores o distribuidores de productos chinos. Un asco.
Parece que ya lo dijo Keynes: Convertir al hombre de negocios en especulador es asestar un golpe de gracia al capitalismo, porque destruye el equilibrio psicológico que permite la perpetuación de recompensas desiguales.
Va a ser muy difícil que volvamos a la cordura. A admirar al que lo hace bien, no al que se ha hecho rico a cualquier precio. Aceptar el dinero del traficante, del que ha abusado o robado y mirar para otro lado, como históricamente ha hecho la banca, la propia Iglesia, nos lleva a donde ahora estamos. Con una sociedad envilecida y unos políticos colocados. Con una sociedad no solidaria con los millones de parados que necesitan que todos se aprieten el cinturón para salir del agujero.