Ángeles García Dionis tenía 47 años de edad. Una noche de invierno fue acribillada a balazos en la puerta de la casa de su hija mientras dejaba la basura en un contenedor. Su asesino le pisoteó la cabeza y emprendió la huida por las calles del Quemadero. Fue descrito por algunos testigos como un hombre algo calvo, de complexión fuerte y mediana estatura.
De inmediato se dio orden de busca y captura para Juan Asensio que fue detenido en los hoy desaparecidos Cines Moderno, donde preparaba la liquidación del día. Tras pasar por los calabozos, Juan Asensio ingresó en El Acebuche tres días después. Tras varios registros no se encontró el arma utilizada en el crimen, que fue hallada por los alumnos del colegio público Los Millares. Juan Asensio fue puesto en libertad por falta de pruebas que le incriminaban, pero la sombra de la sospecha, tal vez la mayor que le puede perseguir a alguien, jamás le abandonó, incluso entre su propia familia. El crimen sigue impune.
Siete años después de aquello, en 1992, sí que estuvo más tiempo en la cárcel, momento en el que la fama que no buscaba llamó a su puerta, cuando murió tiroteado el exmercenario y proxeneta belga Christian Poulin. En esta oportunidad, Asensio no se libró y pasó siete años de su vida en la cárcel de Alcalá Meco, donde entabló una estrecha amistad con Mario Conde. Como anécdota, el juez que lo condenó comenzó su carrera en la capital almeriense y no fue otro que Baltasar Garzón. Recordada fue también la entrevista que Jesús Quintero le hizo para el programa de Canal Sur, Cuerda de presos. En un momento dado, Asensio visiblemente alterado dio un fuerte puñetazo a la mesa, de cristal. Continuó hablando hasta que fue el propio presentador quien se dio cuenta que sangraba abundantemente por una mano y mandó parar la entrevista.
Al salir de prisión, en 1999 comenzó una extraña relación con el italiano Guiseppe D'Amico, quien también merecería su historia particular. Se dice que era un destacado miembro de la Camorra napolitana y que llegó a Almería huyendo de sus amenazas por la sustracción de un cargamento de drogas, aunque esto tal vez sea parte de la leyenda urbana que rodea a estos casos. Locales de alterne, trata de blancas, tráfico de drogas, ninguno de estos negocios le fue ajeno, aunque el primero que le mandó entre rejas fue el tráfico de coral rojo, una especie protegida y muy apreciada en los mercados europeos y cuya presencia en la costa almeriense la hacía tremendamente atractiva para las bandas de delincuentes.
Tan pronto se asociaba con él como mantenía enfrentamientos constantes y nada ocultos. Lo mismo que le sucedió con la extinta Crónica de Almería, con cuyo director, Joaquín Abad, se llegó a enfrentar a tiros por las informaciones que sobre él recogía el medio de comunicación y que le situaban al frente de una peligrosa banda de delincuentes en Almería. En 2003, fue tiroteado Manuel Lillo, contable de las empresas de Asensio que había denunciado al empresario por amenazas de muerte. De nuevo las cuentas y la fortuna que poseía salió a relucir, aunque del crimen volvió a librarse y hasta hoy permanece como aún sin resolver. En junio de 2004, uno de sus hijos, Juan, fue detenido por matar en plena rambla y a mediodía a Antonio Bernabé, alias El Chino, uno de los portadores del ataúd de Juan Asensio y uno de sus hombres de confianza tras protagonizar una violenta pelea.
Juan Asensio tenía esa personalidad incomprensible para una persona normal. Cuentan que un día un grupo de ciudadanos estaba en la plaza Vieja exigiendo al Ayuntamiento una vivienda. Juan, que en ese momento se dirigía a hacer unas gestiones administrativas, cogió a varios de ellos y les alojó en algunas de su propiedad. Jamás exigió nada por ello y corrió con los gastos de cada una de ellas. En el sumario por su asesinato se recoge el testimonio de empleados suyos a los que llevaba en su propio coche a su domicilio una vez acabada la jornada laboral y de una de sus trabajadoras, en situación de ilegalidad a quien daba trabajo hasta que regularizara su situación y a la que dio quince días libres para que se ocupara de la maltrecha salud de su hijo, cuidados que financió el empresario.
En el tanatorio en el que se velaba su cuerpo, varias mujeres de la calle, hablaban de los favores que les hizo sin exigir nada. Asensio tenía esa personalidad compleja, llena de choques con la ley y, sin embargo con acciones de moderno Robin Hood. ¿Habrá alguien suficientemente valiente como para rodar una película basada en ella?