OPINIÓN

La ingenuidad de Podemos

Joaquín Abad | Sábado 14 de junio de 2014

Nuestra reciente democracia es tan breve que nos permite contemplar como si fuera ayer la ingenuidad de nuestros políticos antes de pisar moqueta. Todos prometen cambios incluso fundamentales y cuando llegan al gobierno, donde dije digo, digo Diego.



Y si no, que se lo pregunten al ahora millonario expresidente Felipe González Márquez, cuando el 29 de noviembre de 1981, que Calvo Sotelo aprobaba en la cámara de la Carrera de San Jerónimo nuestra entrada en la OTAN con el 57 por ciento de los votos, dijo aquella frase -yo estaba allí y la escuché-: "Si con mayoría simple entramos en la OTAN, con mayoría simple saldremos de la OTAN".

Luego pasó que al año siguiente, un 28-O, ganaron las elecciones y tuvieron que hacer campaña para que en el referéndum que prometio en campaña electoral no los sacara del Tratado del Atlántico Norte. Y sin complejos. ¿O no? Uno de los más aguerridos contra el Tratado, Javier Solana, llegó a ser nombrado, en diciembre del 1995, nada menos que Secretario General de dicho organismo. Vamos, que de manifestante convencido paso a presidir la institución que para los socialistas, antes de gobernar, era como nombrar "la bicha" a un gitano.

Ahora el joven Pablo Iglesias jura la actual constitución hasta que se pueda reformar. A lo mejor, como Felipe, como Alfonso Guerra, que prometía nacionalizar la banca, etc, pues si es que alguna vez tiene poder, pisa moqueta, se olvida de sus ingenuidades y pasa por el aro. Por el aro de la gran Banca, como han pasado todos, por el aro de la actual constitución, como han pasado pesoe y pepé, y terminan su mandato, tras ocho años nada utópicos, viajando en yate privado y fumando puros de los de mil euros, como su colega González.

Porque hay que señalar que una temporadita en Moncloa hace milagros. Todos entran llenos de promesas y salen, como salió Zapatero, con el rabo entre las piernas y un montón de promesas incumplidas. Entran creyéndose los reyes del mambo y salen amnistiando a banqueros, a traficantes, a empresarios corruptos. Y por supuesto, inclinando la cerviz ante El País, como le pasó a los del pepé, que hasta se han inventado la tasa Google para que Cebrián y sus consejeros vivan como dios a cuenta del negocio editorial.