Joaquín Abad | Lunes 11 de agosto de 2014
Eso de que ahora los de Europa se enteren de que Gibraltar es una cueva de ladrones, de miles de sociedades offshore, de oficinas importadoras de tabaco para su venta de contrabando. De organizaciones que todo el mundo conoce que se encargan de suministrar de ese tabaco a todo el sur de España.
De un emporio defraudatorio donde tienen cuentas muchos políticos del sur, porque es en esas cuentas el Gobernador General de la plaza les ingresa sus comisiones por influir, o por informar cuando interese a la Roca.
Porque hay que ser cínicos para tardar treinta años, cuando menos, en dar la voz de alarma. Ya en el ochenta y tantos el diario El País publicó un jugoso reportaje firmado por el periodista Tomás Bárbulo que se había hecho pasar por un empresario que quería lavar dinero en un banco de Gibraltar. Y todo fueron facilidades y garantías de opacidad. Y no importaba, en absoluto, la procedencia del capital. Y estamos hablando de una entidad bancaria española con sucursales en Gibraltar.
Si, y que la propia tabaquera americana RJ Reynolds tenía oficinas distintas para la exportación de tabaco de forma legal y para el contrabando... Y que Gibraltar trataba directamente con esa división para su importación. Y con bebidas alcohólicas, tres cuartos de lo mismo.
Pues todo eso no lo hemos leído ahora, en el catorce del presente siglo. Sino a finales del siglo pasado y nadie movió un músculo para frenar tanta hipocresía. Aunque claro, en aquellos años gobernaban los colegas de Felipe González y Solchaga estaba para otra cosa, no para perseguir paraísos fiscales junto a La Línea, en la provincia de Cádiz. Como tampoco estaban para investigar las comisiones del tres por ciento que exigían los que gobernaban Cataluña, Pujol y sus chicos.
Y como las cosas de palacio van despacio, pues me temo que tardaremos otros treinta años hasta que las autoridades europeas se las pongan tiesas de los súbditos de Su Majestad en La Roca, aunque lo dudo. Son muchos años de vivir del contrabando, del blanqueo, del fraude, del robo... Y son muchos los que viven a cuenta del contrabando de tabaco, algunos demasiado importantes como para que se les descubra.