Joaquín Abad | Martes 26 de agosto de 2014
Es un despropósito que todos los gobiernos, todos, en algún momento de tu su mandato decreten una amnistía fiscal para defraudadores. En la última se han salvado los Botín de no declarar una fortuna de miles de millones de euros en Suiza, y un montón de políticos encabezados por la familia Pujol, para vergüenza de toda Cataluña.
Y que conste que estos ciudadanos que han delinquido, y que gracias a la ley de Montoro se irán de rositas, no lo hicieron de motu propio por arrepentimiento. No, nada de eso. Fue la delación de un ex-empleado responsable del departamento de informática de la Banca Suiza, HSBC, Private Hervé Falciani, que acumuló en un disco duro los nombres y datos de millones de defraudadores en todo el mundo, quien colaborando con el gobierno francés dio pistas de los cientos de españoles de postín que tenían sus dineros escondidos bajo el secreto bancario del país helvético. El vecino país comunicó a nuestro país los que correspondían a España. Y enseguida se fraguó el pacto gobierno-defraudadores.
Aunque sea por vergüenza ajena, deberían conocerse con pelos y señales quienes se han beneficiado de la gracia del gobierno de Rajoy, a qué precio y cual es el volumen de lo defraudado en realidad. Porque me parece que a muchos, a todos, les ha salido barato. Muy barato delinquir quizá sabiendo que tarde o temprano se acogerían a una de las amnistías que nos suelen regalar los que ganan las elecciones. A lo mejor, no me extraña, hay contrapartida oculta. Vista la catadura moral de nuestra clase política, ya todo no sólo es posible. Es mas que probable.
Porque a lo que parece, en dicha amnistía se contempla el secretísimo, el perdón, la confidencialidad de la defraudación. Vamos, el anonimato impune del delincuente económico que ha robado durante años y años millones al resto de los españoles. Un resto de españoles, en su mayoría trabajadores que cumplían escrupulosamente con sus obligaciones como asalariados porque el sistema ya les quita el dinero de la paga. Con las grandes fortunas, con los banqueros, con los políticos que nos roban, pues ya se ve. Son intocables.