Joaquín Abad | Martes 02 de septiembre de 2014
Ayer comenté como las propias empresas editoriales se habían cargado a los periódicos impresos y sus correspondientes digitales. Hoy me toca hablar de los periodistas, de esa profesión que en su día parecía grandiosa y que se ha convertido, por culpa de políticos y de los propios profesionales, en un ejército de parados dispuestos a trabajar por cuatro perras...
Hubo un tiempo en que los periodistas eran notarios de la realidad. Un tiempo en que había periodistas de raza que investigaban y removían los cimientos para sacar la verdad real, y no la oficial. Eran tiempos en que los editores presumían de ser independientes y por supuesto no viajaban en jet privado en sus desplazamientos internacionales. Eran tiempos donde el director tenía un utilitario similar al del redactor jefe y tras la jornada marchaba a tomar una copa con los colegas de redacción. Eran tiempos donde los políticos no accedían a las redacciones por decencia. Eran tiempos donde se ejercía el pisotón y la exclusiva.
Y han pasado los años, lo he vivido en carne propia, y esos mismos periodistas que se enorgullecían de ser independientes se pusieran a babear con determinados partidos políticos que enseguida descubrieron lo fácil que era invitarlos y obtener la correspondiente reseña periodística, la mayoría de las veces manipulada.
A comienzos de los años ochenta era muy difícil saludar a un periodista de raza. Cuando Felipe González ganó las elecciones el 28-O, resulta que las redacciones estaban plagadas de periodistas con carné del pesoe, y con el de la UGT o CCOO. Y celebraron como propia la llegada de socialismo al poder. A partir de esa fecha se produjo una verdadera caza de brujas. Había que desprestigiar a todo periodista que no fuera próximo al club de El País, que era quien daba carné de demócrata o el llamado periodista progresista. Y pobre del que no lo fuera.
La verdad es que el pesoe supo premiar a sus periodistas. Los fue colocando, a todos, incluso a los inútiles, en la dirección de medios controlados por el poder. Se crearon entes de televisión autonómicos donde se dieron empleo a miles de periodistas. Periodistas afines, claro.
Pero llegó el año 1995 y nació la www, la World Wide Web. Y con ello la posibilidad de que hacer un periódico, en este caso on-line, fuera como coser y cantar. Algunos periodistas incómodos al poder, como Pablo Sebastián, pusieron en marcha un diario sólo digital y al cabo de los años, hoy, tenemos muchos cientos de medios digitales, quizá miles, que han arrinconado de tal manera a los dinosaurios escritos, esos que se vendieron al partido en el poder, y que ahora están en la ruina.
Es ahora cuando, gracias a internet, los periodistas vuelven a ganarse un asiento en el reconocimiento de una profesión que el socialismo se cargó a conciencia. Es ahora cuando los periodistas no tienen necesidad de que un director con chófer le contrate por el salario mínimo, mientras él viaja en jet privado. Ahora, gracias a internet, los periodistas pueden ejercer de una libertad de expresión que Felipe, y Guerra y toda la corte de dictadores amigos de Fidel Castro trato de exterminar. Llegaron al poder gracias a esa libertad de expresión y no estaban dispuestos a perderlo por esa libertad de expresión.
Aunque Pedro J. Ramírez se encargó de demostrarles que eso no sería del todo posible...