Joaquín Abad | Miércoles 10 de septiembre de 2014
El natural fallecimiento de uno de los hombres más poderosos de España, más poderoso que el propio presidente del gobierno, Emilio Botín, provocará sin duda toda un aluvión de frases grandilocuentes entre los poderosos vivos. Dirán que fue un banquero intachable, ejemplar, y demás lindezas.
Quedarán ocultas sus miserias, como es lógico, hasta que pasen los cien días de gracia y entonces aflorarán sus trampas, sus oscuros manejos para ir haciéndose un hueco en el mundo del dinero. Saldrán historias de la fortuna que ocultaba en Suiza y otros paraísos fiscales. Y por supuesto, se volverá a recordar que el hombre más poderoso de España logró del Supremo la famosa "Doctrina Botín", y que Zapatero, el presidente rojo, indultó a su hombre de confianza en el ultimo Consejo de Ministros que presidió.
A lo mejor alguien cuanta la verdad de cómo el Banco de España le dio Banesto, cuando la oferta del Bilbao era superior. O lo que contaba Ruiz Mateos, que en las efemérides del entonces Rey Juan Carlos, el maletín más abultado era el de Emilio Botín... Porque en el Santander tenía comprados hasta a los sindicatos. Mientras el personal se jubilaba con el 80 por ciento del sueldo, los representantes sindicales lo hacían con el ciento por ciento. Siempre habrá clases, ¿Verdad?
Pues si, don Emilio nos deja una herencia envenenada y no sabremos si quien le sustituya, intentó en vano que fuera su propia hija, sabrá lidiar con la trama de intereses que se extienden en medio mundo. Y como se solventarán los asuntos judiciales, por ejemplo los de Estados Unidos, una vez que el patrón ha desaparecido. A lo mejor, como en el caso de los accidentes de avión, las culpas son para el piloto fallecido. Osea, que las culpas para Emilio Botín, que en paz descanse.