Joaquín Abad | Miércoles 15 de octubre de 2014
Me da en la nariz que las alcantarillas del Estado, los servicios secretos, han hecho su trabajo y han pillado a Artur Mas. Era fácil porque fue Consejero de Economía con Jordi Pujol desde el año 1997 al 2001, y luego consejero primero, durante dos años, también con ese honorable presidente cuyo partido cobraba un tres, cuatro o cinco por ciento de comisión a las empresas que hacían negocio con la Generalidad.
Y claro, el dinero deja rastro. Y para que don Jordi se lucrara de esas comisiones, tenía que permitir que su equipo se llevara su parte.
Rajoy pactó con Artur hacer cada uno su papel pero que la sangre no llegara al río. Como así ha sido. Ambos presidentes han mantenido su papel, han jugado con la ciudadanía que estaba atemorizada con la secesión que ambos sabían no se iba a producir. Por supuesto que, lo vamos a ver con estos ojitos que nos dio Dios, no se hará leña del tema Pujol y de los dineros de Artur Mas que pudiera haberse llevado crudo, quedará oculto en el baúl de las sospechas.
El Estado siempre juega con ventaja. Tiene fontaneros, tiene espías, tiene policías, fiscales y jueces, tiene abogados y todo un aparato imposible de frenar. Es como una locomotora, que avanza imparable y muy pocas veces, en su historia, descarrila. Descarriló con Felipe González, porque ya era muy difícil tapar tanta y tanta corrupción. Ahora, esa locomotora ha detenido, sin chocar, el movimiento secesionista que preocupaba a nuestros vecinos europeos, mientras el inquilino de la Moncloa, Mariano Rajoy, se fumaba un puro porque había sido el muñidor del tongo.
Y llegados a este momento podemos asegurar que toda esta comedia ha servido para comprobar como funcionan, como actúan, las fuerzas cívicas y económicas catalanas. Para comprobar como los empresarios de esa región veían el harakiri secesionista y se callaban, como putas, porque no querían incomodar al presidente Artur Mas. Porque han sido muchos los cómplices de ese movimiento secesionista que ahora se ven descubiertos. O a lo mejor había mucho pillo que se hacía el tonto sabiendo que no habría secesión. Que todo era puro teatro.