Joaquín Abad | Domingo 02 de noviembre de 2014
Lo de Aznar como comisionista de Abengoa para venderle desaladoras al dictador Gadafi huele a lo éticamente reprochable. Que sea legal, como dice el ex-presidente del gobierno de España, no significa que sea lo correcto. Porque me parece que quien se ha sentado en la Moncloa y ha presidido el consejo de ministros de este país debe dar un ejemplo de moralidad, de ética y de compostura.
Por eso es correcto que, con carácter vitalicio, nuestros ex-presidentes gocen de despacho oficial, secretaria, asistente, coche oficial, chófer y sueldo.
Pero no para hacerse rico y que sus asistentes les hagan gestiones como comisionista. Debería trabajar para el Estado, haciendo gestiones dados los contactos que su paso por la presidencia le han proporcionado. No es de recibo que utilice estas influencias en hacer negocio privado. Sus contactos, sus relaciones, se pagaron con dinero público. No son fruto de sus actividades privadas. Por eso sería bien venido que la legislación futura pusiera coto a actividades como la de Felipe González, la de Aznar, que ahora sabemos que estuvo negociando con el dictador venezolano para venderle armas.
Ya sé que va a ser muy difícil dado que quien cuida el corral es la zorra, y que nuestra clase política pasa de la concejalía a la empresa y al enriquecimiento con mucha facilidad. No sólo por los casos de políticos que últimamente desfilan por los juzgados en calidad de detenidos. No, si miramos el listado de empresarios que se han hecho ricos de la nada a lo mejor nos sorprendemos de sus orígenes como concejales en determinadas plazas. Yo personalmente conozco a media docena de ex-concejales que ahora son empresarios de postín. Y en la españa corrupta, tiene sentido. El paso por el ayuntamiento da mucho conocimiento para el enriquecimiento fácil. Las relaciones político-empresario deberían ser vigiladas porque siempre que un empresario invita a un político es por interés.
Por eso es de vergüenza que como están las instituciones a fecha de hoy, José María Aznar y su esposa, la alcaldesa de Madrid, acepten la invitación al palco de Florentino Pérez, el empresario que quiere hacerse con el contrato de recogida de la basura de la capital del Reino. Pero me da en la nariz que nuestro José María Aznar ha perdido toda compostura y dignidad. Por eso habrá que obligarle, por ley, claro.