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Investigar no es conspirar

Por Joaquín Abad
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martes 10 de junio de 2014, 12:58h

Me temo que lo de la periodista Pilar Urbano es el comienzo del fin. Vamos, que esta veterana periodista, más metódica que cualquiera de nosotros, con una disciplina envidiable, ha abierto la puerta a toda una historia bochornosa, como es la historia del último Borbón.

Y como cualquiera puede suponer, la periodista se ha guardado material incendiario para respaldar su libro, no sea que los de Zarzuela, habituados durante décadas a ocultar las juergas de Juan Carlos con sus amantes, que pagamos todos los españoles, y a presionar a medios informativos para que no se publicara ninguna aventura amorosa, económica, intente matar al mensajero. Todos lo hemos hecho. Cuando dirigía el diario La Crónica y tiraba de la manta, en la primera sólo enseñaba la patita. Y como el aludido entraba como un toro, pues seguía el serial hasta demostrar que era un impresentable, un delincuente... Pero los que meten la pata, políticos, empresarios, gentes de la alta sociedad, no entienden que los periodistas son la mosca cojonera y como la tomen con uno la tienen clara. Y si no, que se lo pregunten a Pedro J. Ramírez y los miles de cadáveres que ha dejado a su paso mientras era director de El Mundo. Si Pilar Urbano dirigiera un periódico diario nacional la tendríamos clara. Porque ésta, que ya está casada con Dios, no acepta presiones, no acepta sobornos, no acepta regalos de este mundo. Y como sus obras son libros históricos, pues habrá que respetarla y no caer en la tentación de unirse con los que creen que desprestigiando a la autora se salvarán de su traición, como ahora pretenden los de Zarzuela. Como pretende la Casa Real, que ha puesto en marcha una trituradora donde cuenta con los cortesanos de turno, no sólo para hacerle la pelota a Juan Carlos, sino para sacar pecho en favor del que durante años sólo se ha dedicado a beneficiarse a señoras y hacerse milmillonario con comisiones y demás sablazos. A vivir del cuento como un rey a costa de los españoles que pasan hambre mientras caza elefantes en Botswana con su amante la princesa Corina. Menos mal que no sólo hay cortesanos y bufones para hacer reír a Juan Carlos. También tenemos a algún periodista con cojones para contar, publicar, lo que alguien muy poderoso no quiere que se sepa. La obligación de los periodistas, de los historiadores es investigar. Y eso no es conspirar, por mucho que duela a los inquilinos de la Zarzuela. Sólo habrá que esperar los siguientes capítulos de la historia que muchos quieren ocultar. La Urbano seguro que nos sorprende.

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