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Sobre libertad de expresión

Sobre libertad de expresión

Por Joaquín Abad
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martes 10 de junio de 2014, 12:58h

El Tribunal Supremo acaba de admitir que llamar "chalado" a un alcalde está dentro de la libertad de expresión del articulista que resumió así la actitud de Presidente del Consistorio de Salamanca.

Y viene esto a cuento de cómo cada juez, en función de sus amistades, de sus circunstancias personales, dicta sentencia en casos similares de libertad de expresión.

Hace años, cuando era director de La Crónica fuimos condenados porque llamamos "sinvergüenza" a un político del Parlamento Andaluz. Se trataba de comentar una foto facilitada por ABC de Sevilla donde pillaron, con cara de pillo, a Tomás Azorín votando por un parlamentario ausente... A nosotros nos pareció que el político no había tenido vergüenza alguna en una época que en el Parlamento se fotografiaban escenas, poco dignas, de miembros que votaban con el pié desde el escaño del compañero ausente y con las manos las de otros no presentes... Aquello quedó, como todo lo que pasa en Andalucía, en nada. Cosas sin importancia que había que perdonar al pesoe que gobernaba decenios y tenía un poder omnímodo.

Resulta que Tomás Azorín fue el primer gobernador civil del pesoe en Almería en el 83. Luego fue Presidente de la Diputación almeriense y durante muchos, muchísimos años, su influencia en la sociedad almeriense era absoluta ya que incluso fue premiado con el cargo de Delegado del Gobierno en Andalucía ocupando una ostentosa sede en Sevilla, ubicado en la mismísima Plaza de España, donde el hermanísimo del vicepresidente Alfonso Guerra, Juan Guerra, tenía su despacho donde tomaba cafelitos con empresarios que acudían a pedir el favor correspondiente tras pagar la acordada mordida. Tiempos gloriosos para el pesoe donde la corrupción era transparente y consentida por políticos y empresarios, como una normalidad. Un asco...

Entiendo que los jueces de Almería no fueran capaces de entender la libertad de expresión y condenaran al diario La Crónica a pagarle al señor Azorín un millón de las antiguas pesetas por la expresión de "sinvergüenza" en el titular de la información de marras.

Hoy, muchos años después, vemos por donde va la doctrina del Supremo en cuanto a valorar las expresiones que se publican de nuestros políticos. En cualquier caso, en provincias, dar sentencias que molesten a políticos y partidos en el poder es una heroicidad. Los políticos locales departen actos oficiales, institucionales, donde son invitados los jueces y demás fuerzas vivas. Y entre ellos se forjan vínculos y relaciones que, aunque no se quiera reconocer, influye en las sentencias ya que el criterio del juez siempre prevalece sobre la razón o conveniencia. Ya me entienden.

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