El autor de 'El andorrano', Joaquín Abad , presentó ayer en el Fòrum FNAC su quinta novela andosina, 'La red secreta', con lo mejor del hampa de los años 80: etarras, narcotraficantes gallegos , el cártel de Medellín, la mafia marsellesa y el clan Pujol. Todo esto, con epicentro en Andorra. La convocatoria pinchó: apenas una decena de asistentes.

A algunos parece que les da cierta rabia que El andorrano se haya encaramado a lo más alto de los más vendidos de nuestra historia literaria . Si es que estamos hablando de literatura, por supuesto. Quizá no sea mucho decir, pero es un hito. Aquí van unos números, por contextualizar: entre las trece ediciones de la versión en castellano y las tres de la catalana, el andaluz Joaquín Abad ha colocado 14.000 ejemplares, por el momento, y ha demostrado que además de best-seller, El andorrano es un long-seller como una casa de payés. Porque nos hacemos una idea, una novela normalita en catalán apenas roza el medio millar de ejemplares, y Muertos, ¿quién os ha muerto?, para hablar de nuestro último superventas, habrá vendido 6.000 cuando se agote la tercera edición.

Y eso que hablamos sólo de El andorrano. Recuerden que Abad ha perpetrado otras cuatro novelas andosinas: Y la luz llegó a Andorra, El virus andorrano y Andorra Connection. Obviamente ha encontrado un filón y, gato viejo como es (ejerció como reportero de El Caso, aparte de ser también su último director) tiene intención de exprimirlo.

Con estos precedentes, sorprende el fracaso de la presentación de La red secreta, donde vuelve a convertirnos en carne de ficción, de esa ficción pelet tramposa, tuneada con nombres y hechos reales, que practica sin reparos. Esta vez, a cuenta de la plana mayor de la ETA de los años 80, del narco gallego, con Sito Miñanco a la cabeza, y del cártel de Medellín, con cameo nada menos que de Pablo Escobar. Todos ellos acaban confluyendo en nuestra plaza financiera para pasar el dinero sucio por la lavadora. Pues bien: tan sólo una decena de devotos –y eso, siendo generosos– se congregaron ayer en el Fòrum FNAC para ver y escuchar a Abad. Debe tener que ver la nula promoción, pero la pregunta es obvia: ¿dónde están, los 14.000 lectores de El andorrano? ¿Ya se han cansado? ¿Todos, y todos a la vez? ¿Se esconden para que no los vean en público? ¿O no son 14.000?

Ya veremos, pero piensen que Abad es incansable. Tiene claro que el éxito de sus novelas, como mínimo, de El andorrano, tiene que ver con el omertán sobre el dudoso origen de algunas de nuestras fortunas que, sostiene, había reinado entre nosotros hasta que él se atrevió a estirar el hilo: “Tiene una historia negra muy rica. Como todos los países, por otra parte. Muchos había oído episodios, pero nadie se había atrevido a ponerlo negro sobre blanco. Yo, sí, quizás porque no tengo nada que perder”. Es una posibilidad. También lo es la receta de envolver personajes de carne y hueso en historias truculentas con la excusa de que él se limita a hacer ficción. A partir de ahí, todo vale.

Pues sepan que Abad ya tiene un sexto mamotreto andosino entre ceja y ceja. Todavía no tiene título, pero sigue con el ojo puesto en las “ocho o diez familias” que, según él, han cortado el bacalao desde los años 40. Y quiere diseccionar su origen y trayectoria. Con nombres y apellidos, "pero desde la ficción, para que no se me enfaden". Ya lo estuvo a punto de conseguir con El andorrano, una o dos demandas, nunca quedó claro, que se quedaron por el camino, y veremos qué pasa con ésta. Se pondrá, dice, cuando acabe su último proyecto, que nada tiene que ver con nosotros pero que también promete tocar blando: se llamará Las putas de Franco y repasa el tipo de prostíbulos que, a su juicio, el régimen mantenía para colocar los afines y por dónde desfilaban (y paraban la mano) actrices y cantantes que hoy nos haríamos cruces. Promete decirlas. Las putas de Franco, sólo por el título ya venderá varios miles de ejemplares. Listo lo es.