Vamos que los sablazos realizados son imitación de los que el entonces el Rey de España acostumbraba, sólo que este estaba blindado por la Constitución y nadie podía iniciar una demanda judicial. Todas las que se quisieron interponer fueron rechazadas por el juez de turno, dado que no procedía abrir causa alguna donde estuviera implicado el entonces Jefe del Estado.
Lo verdaderamente increíble es que Juan Carlos diera lugar a que su hija y yerno tuvieran la necesidad de dar sablazos para pagarse el chalé de Pedralbes y llevar una vida acorde al status de la princesa Cristina, que se había casado por amor con un deportista sin fortuna personal. Fue una mezquindad de un padre mil millonario, el que no hiciera frente generosamente a los gastos de la vivienda de su hija, que él utilizaba, así como su amante Corinna, cada vez que iban a Barcelona a realizarse chequeos médicos y operaciones de cirugía estética en la clínica Planas. Porque hablamos de calderilla para un Juan Carlos que gastaba millones en cada cacería. Y no hay que olvidar que algunos años dedicaba más de 170 días a cazar... Vamos, que trabajaba para España entre tito y tiro, y entre polvo y polvo, para ser claros. Ahora Cristina, ojito derecho de Juan Carlos, se ve imputada en un delito de blanqueo de capitales con petición de penas elevadas, porque su mil millonario padre no tuvo el gesto de correr con los gastos de vivienda de su hija. Un Juan Carlos que ha pagado a cientos y cientos de amantes sus gastos... Un mal padre. Una miserable actitud frente a su familia.