Un Rubalcaba que nada pudo hacer para frenar la sangría de votos que llevó al pepé a ganar por mayoría absoluta. Y un pepé que, casi como Zapatero, está perdiendo apoyos a mansalva ante el desengaño de los que le votaron masivamente esperando unos cambios anunciados, profundos cambios, que no se han llevado a cabo. Y claro, los de la derecha se consolaban porque los socialistas cada vez tenían menos fuerza. Y llegaron las europeas y todos perdieron. Y se encendieron las alarmas y fue cuando Rubalcaba también tiró la toalla.
Con un pesecé en Cataluña en franca descomposición, y con apenas fuerzas en otras autonomías, ha tenido que ser Andalucía quien ha movido el timón lo suficiente para que el candidato Madina no ganara. Y por supuesto, Pedro Sánchez siempre tendrá la deuda con unos andaluces que llevan treinta años en el poder en una de las regiones con más paro de Europa y sin que los continuos escándalos que cada día nos tienen acostumbrados sonrojen a sus gobernantes.
A partir de ahora se inicia toda una operación, desde Andalucía, claro, para tratar de recuperar el terreno perdido y que se lo están llevando nuevos partidos de la izquierda, algunos sin mancha porque aún no han gobernado, y que piden una total regeneración del sistema. Una regeneración que ni pepé ni pesoe pueden garantizar porque están inmersos en la corrupción y no saben como salir del pozo.