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Sin caretas

31/10/2003

Por Joaquín Abad
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martes 10 de junio de 2014, 12:58h
Parece como si la declaración secesionista de Ibarretxe nos hubiera sorprendido. No entiendo a los diferentes gobiernos, a los diferentes partidos que han gobernado desde que se proclamó la Constitución.
Porque desde siempre supieron que Eta era hija del peeneuve. Y que los curas, los peneuvistas y la indiferencia de Madrid han permitido que ese hijo pródigo hiciera de las suyas y aparentara que iban por libre.

No podía ser de otra manera. Para que un grupo armado creciera y conviviera como lo ha hecho con el pueblo vasco, debían existir complicidades a muy alto nivel. Ahora que Ibarretxe ha iniciado la forma legal a lo que exigían los pistoleros, parece que todo encaja. Las piezas del puzzle han resuelto, descaradamente, el enigma.

Un enigma conocido, desde siempre, por los sucesivos inquilinos de La Moncloa, que debían mirar para otro lado cuando el lendakari de turno, desde Garaicoechea a Ibarretxe, negociaba, o chantajeaba, con los muertos, o con las ayudas más o menos encubiertas a los de la eta.

El problema que se nos viene encima no tiene fácil solución. Muchos creyeron que el negocio de la inseguridad, del miedo, les llenaría las ya abultadas carteras. A lo mejor las empresas que venden seguridad, que viven del miedo a eta, se han forrado. El país vasco, en cambio, va camino de la ruina. Ya lo verán
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