Me parece que después del numerito montado tras conocerse sus desplazamientos, las semanas caribeñas, sus estancias de viernes a martes en Marbella, las cenas con velitas en la piscina del hotel que cargaba a las cuentas del Consejo, debería ser suficiente. Aunque parece que la complicidad de sus compañeros puede tener sus motivos. No sea que alguien empiece a destapar los gastos de los demás miembros y se arme la de San Quintín.

Gracias a internet, gracias a las redes sociales, estamos conociendo mil y una prebenda de los que mandan. Porque hablemos claro. Aquí hay dos clases de ciudadanos. Los que trabajan con sueldos y salarios de empresas horadas. Los que trabajan para ganarse el pan y sobrevivir. Y los demás. La casta política y los amigos de los políticos.

Los segundos, esos que cobran dietas por acudir a la Cámara Baja siendo residentes de otra provincia, a pesar de tener residencia oficial en la capital o pisos de su propiedad... O los que tras la llamada del Rey gozan de un salario de varios miles de euros mensuales para trabajar en la Caixa o en Nueva York... Aunque eso de trabajar es solo de pacotilla, porque ni Urdangarín ni su esposa trabajan para ganarse lo que les pagan ambas empresas. Yo a eso le llamo impuesto revolucionario. Y creo que hay muchos.

Gracias a internet conocemos los cientos de miles de euros que García Candau gastaba en la televisión manchega en regalos de lujo... Pero claro, los pijoflautas tienen bula. Como los trabajos subvencionados por el gobierno de Leire Pajín, y Bibiana en Estados Unidos...

Tenemos un Consejo de Estado donde se colocan a ex, vices, y se les dota de coche oficial, status y, claro, salario, para no hacer nada.

Estamos ante una casta nada ejemplar. De vergüenza, oiga.