A finales de los años ochenta el escándalo Banca Catalana tenía entre las cuerdas al Molt Honorable. El desfalco era tan grande que tuvo que sentarse en el banquillo, aunque después de que los magistrados fueran tocados, aquello no prosperó. Cabe la sospecha de que entonces Felipe González prefería tener a un presunto delincuente de socio que a un honrado político que no le debiera ningún favor.

Parece que la llegada de Aznar al poder, a mediados de los noventa, no cambió mucho las cosas y, como con otros muchos casos de cárcel, prefirió negociar con Pujol para presidir el país. A cambio de muchísimos inconfesables.

Ahora que ha estallado el escándalo y nos enseñan las decenas de coches de lujo de los hijos del Molt Honorable, los maleteros llenos de billetes de quinientos euros que se llevaban a la Banca Mora de Andorra, los hoteles de lujo en Méjico, las cuentas en Suiza y lo que cuenta Javier de la Rosa... pues vemos que los socialistas, en el 87, sí debieron meter a Jordi en la cárcel. Porque desde que se sintieron impunes han convertido Cataluña en un lodazal donde las comisiones, las mordidas, el tráfico de influencias se ha hecho moneda corriente.

No me extraña en absoluto que la única salida para tanto corrupto sea la independencia de Cataluña. Si la independencia para que no sea un tribunal español el que les juzgue.