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Periodismo para ricos

Por Joaquín Abad
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martes 10 de junio de 2014, 12:58h
Tras leer el libro/ensayo "Por cuatro duros" de Barbara Ehrenreich me hago las típicas reflexiones ante la caída de la prensa de papel, sobre todo en España, que es donde más parece que sufre.
Desde hace años se decía que nuestro nivel de lectores de prensa era casi tercermundista. Vamos que las tiradas millonarias de ejemplares de Gran Bretaña o Alemania, por poner un ejemplo, aquí era pura ficción. Los grandes rotativos nacionales se felicitaban porque vendían, la mayoría de las veces regalando CD's o DVD's o cuberterías, unos cientos de miles de ejemplares. Lo de vender un millón al día, ni tras el golpe de Tejero el 23-F.

Y en provincias, pues más de lo mismo. Aún así las editoriales, nacionales y de provincias, durante décadas fueron un muy buen negocio para sus propietarios, a costa, claro, de que sus periodistas, sus redacciones, pasaban de puntillas sobre los temas sociales, no investigaban a los poderosos, apenas daban noticias de pobres porque la norma, la consigna, era sacar fotos guapas, todo muy bonito e ignorar la pobreza, ignorar la miseria, ignorar al que es explotado...

Y los periodistas, la mayoría, ha preferido vivir con sueldos elevados y dar la información sesgada, cuando no propaganda de determinado partido en el poder o en la oposición. Sólo hay que zapear por la televisión para ver como en las tertulias siempre tenemos a los periodistas correa de transmisión y en muy escasas ocasiones contratan a un independiente. Los periodistas independientes, para los empresarios vendidos, son como la bicha. Y procuran contratar a dóciles escribidores de historias que no molesten a los ricos. Las revistas como Hola, donde sólo sacan la cara amable, hace estragos, mientras semanarios como El Caso, del que fui director muchos años, luchaban por sobrevivir ante la avalancha de demandas judiciales de los delincuentes que sentían su imagen perjudicada por aparecer en las páginas de sucesos.

Durante décadas los periódicos han ignorado los abusos de las grandes constructoras. En Almería, en Granada, Nicolás Osuna presumía de haber comprado una finca con aeropuerto incluido tras vender un millón de viviendas. Ningún periódico de la zona, Ni Ideal, ni los demás, se atrevían a publicar ninguna de las denuncias de subcontratistas que quedaban arruinados por la mezquina actuación del empresario granadino. La práctica habitual era subcontratar y luego no pagar argumentando que el trabajo realizado no era el adecuado. Hala, a pleitear años contra el ejército de abogados, en nómina, de Osuna. Alguno no lo aguantó y se colgó, se ahorcó, de una grúa con un gran letrero que rezaba: Osuna me ha arruinado... Esa foto, esa noticia, como otras similares, nunca fue publicada.

En los años 80, mientras dirigía La Crónica, un empresario del sector eléctrico, Ernesto, que fue presidente de la patronal almeriense, Asempal, me contaba que Osuna le subcontrató la instalación del parking de un gran edificio. Cuando le pasó la factura se encontró con que no se la pagaban porque según sus técnicos la instalación no se ajustaba a lo contratado. Tuvo que llevarlo al juzgado donde al final cobró, después de años, claro. Otro empresario con menos riñón no habría aguantado. Esas estafas, práctica habitual en muchas grandes empresas, no se publican en los medios porque son grandes anunciantes. Como ocurría con Díaz Ferrán cuando era Presidente de la CEOE y dueño de Marsans.

El periodismo para ricos, entre otros motivos, es el que ha desprestigiado al sector de la prensa escrita en España. Ahora la puntilla de internet terminará el trabajo, claro. A pesar de los esfuerzos del gobierno del pepé a costa de inventarse una tasa a cobrar a los buscadores, agregadores y repartirla a los grandes de AEDE, para que sigan haciendo "periodismo para ricos".
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