;Pero la burbuja vino precedida de una actividad de constructores avariciosos que hacían dinero fácil a espuertas arriesgando poco. En San Ildefonso, por poner un ejemplo de lo que acostumbraba Construcciones Españolas, de Barcelona, vendían a 175.000 pesetas de la época viviendas con una subvención de 60.000 cada una y que en realidad habían costado construirlas 30.000 pesetas. Hagan cuentas de cómo ganaban millones a espuertas los empresarios catalanes, y de otras regiones, claro.
Ya mas próximos, en Alcorcón, Móstoles y demás ciudades del sur de Madrid, un constructor como Edisan, del empresario San Román, ganaba en cada vivienda diez millones de las antiguas pesetas. Y construyó miles. Claro que repartiendo maletines repletos de billetes a concejales, alcaldes... Y en Almería construía pisos y viviendas sin apenas utilizar aislamiento y presumía de que se vendían como churros a pesar de ser "una mierda de viviendas".
Ese fue el precedente de la burbuja que entre constructoras, bancos y cajas nos llevaron al traste. Lo explica muy bien Manuel Puerto Ducet en su libro Oligarquía financiera y poder político en España: “La cosa funciona más o menos así: alguien se pone de acuerdo con el concejal de urbanismo o el alcalde de cualquier localidad con capacidad para recalificar suelo. Se constituye una sociedad que compra el solar rústico a un aldeano por una miseria. El edil recalifica el terreno como edificable y la empresa solicita un préstamo hipotecario por un precio cien veces superior al que pagó. Una vez repartido entre todos el beneficio, la sociedad se declara insolvente y entrega el solar a la entidad financiera como dación del crédito. Esta tiene que devolver el dinero al Banco Central Europeo y, como se ha quedado sin él, es el Estado en nombre de todos los ciudadanos quien corre con los gastos”.
Pues está claro. La burbuja no podía haber funcionado sin un ejército de concejales, de alcaldes corruptos que se repartían el dinero a manos llenas. Por supuesto que siempre habrá empresarios que paguen sobornos, pero si algún político, de los que tienen firma, fuera honrado y comunicara al fiscal el soborno, habría esperanza. Que no la hay porque si pinchas un teléfono de cualquier político con firma, al final te sorprendes.